viernes, julio 09, 2010

Recuerdo...

Muchas veces no sé cómo comenzar una carta. Muchas veces no sé cómo escribir una carta. Muchas veces no sé cómo termina una carta. Y de hecho, nunca sé qué demonios es una carta. Lo único que en este momento sé, es que quiero escribir una carta, aunque la destinataria nunca podrá tenerla entre sus manos ni ante sus ojos.

Dicen que el tiempo cura todo, y creo que ingenuamente me he entregado a esa concepción. El tiempo sigue caminando indolente frente a mí, sin decirle nada a nadie, sin pedirle nada a nadie, sin regalarle nada a nadie. No te confundas, no he dicho que el tiempo no muestra nada. Sólo dije que no lo dice. No te confundas, no he dicho que el tiempo no quita nada. Sólo dije que no lo pide. No te confundas, no he dicho que el tiempo nos enseña nada. Sólo dije que no lo regala. Sin embargo, cada vez siento que aunque todos van modelando su vida, gratificándola, llenándola, purificándola, arreglándola, soy el único que no ha podido sacar nada de ahí.

Hace seis meses miraba tus fotos y el corazón saltaba de alegría, de algo dulce que ninguna palabra humana podría ser capaz de describir. Y unas semanas después de eso fue el único momento que creo el tiempo ha traído un acontecimiento a mi vida. Hace cinco meses miraba tus fotos y los rasguños en el pecho eran inconmensurables. No había grito alguno que me permitiera sangrar lo que el dolor me dictaba. Leía tu nombre y sentía cómo el mundo se partía en dos, la luna se suicidaba y ni el infinito abismo en el que caía era capaz de frenar ese calor en los ojos que escupían lágrimas profundas. Lágrimas tan profundas que ni siquiera yo sabía que podían existir. Y el aire. Oh, ese aire! Tan venenoso, tan negro, tan helado que me destrozaba la piel, arrancándome la carne insensible y mordiendo hacia adentro todo aquello que yo llamaba sentimientos.

¿Crees que el tiempo ha cambiado alguna parte de eso? No lo sé. Para ser sincero, no lo sé. A veces pareciera que sólo me quedan costras, y que simplemente debo aprender a cuidarla para que no deje de cicatrizar. Pero, ¿qué demonios es eso que me invade cuando una imagen tuya llega a mi cara? ¿qué es eso que me corroe cuando una voz descuidada pronuncia tu nombre en mi presencia? ¿qué diablos es eso que me infecta cuando una mirada adormecida me hace caminar por los caminos de tu nombre? No lo sé. Siento que eres tan intensa, que eres tan hiriente, que eres tan profusa, que eres tan vital como si la vida misma estuviera hecha completamente de ti.

Creo que al escribirte tantas veces perdí el sentido de decir las cosas. Quiero decirte que te extraño, que sin ti la vida no es nada, que sin ti el futuro desapareció, que cada pensamiento nace a partir de un recuerdo tuyo, que cada latido del corazón susurra tu nombre, que cada vez que cierro mis ojos eres lo último que veo, que hay algo aquí dentro que no me deja ser libre y no sé lo que es. No quiero sentir nada, y no quiero recordarte. No quiero que mi vida se siga desintegrando en mis lágrimas. No quiero que tu remembranza relampaguee a cada momento. No quiero que estés en mi mente. No quiero que me llames más en mi cerebro. No quiero escuchar tu voz en el silencio. No quiero volverte a besar en mis sueños. No quiero volver a tener sed de tu cuerpo. No quiero volver a desear un momento más junto a ti. No quiero seguir expresando que mi vida se fue a la mierda cuando te fuiste. No quiero seguir viviendo como un muerto. No quiero seguir pensando en las razones de tu partida. No quiero encontrar más culpables. No quiero seguir agonizando en tu ausencia.

Una vez más es certero que te exprese mi falta de confianza en mis letras. No creo que haya una carta que refleje todo lo que ocurre en mi mente. No creo que existan frases que declaren cada uno de los suicidios en mi alma. Nada de lo que diga lo sabrás, por que ni siquiera yo sé si debes saberlo. Cuando nací la nada se convirtió en mi vida, y cuando te fuiste mi vida se convirtió en nada...

by Arkänus.

No hay comentarios: